Los saludo con renovado afecto en este tiempo de Cuaresma preparando el corazón para lo que viviremos en Semana Santa. Son 40 días, número simbólico en la Biblia, que nos recuerda el camino de la opresión en Egipto a la tierra de la promesa, también a los 40 días que Jesús pasó en el desierto antes de iniciar su vida pública. Nosotros, a ejemplo de Jesús, estamos invitados a un tiempo de ayuno, oración y penitencia, cada uno ofreciendo y renunciando desde su propia realidad aquello que le cuesta dejar. Todo lo hacemos por amor a Dios y ser fraternos con los más necesitados.
Siempre es posible cambiar para ser mejor, no importa la edad, no importa la situación. Nuestro llamado es a la santidad hoy y la Cuaresma nos invita a no quedarnos estancados, a crecer en amor, fe y caridad siempre.
Claramente la conversión no es un camino fácil. Todos tenemos nuestros defectos, nuestras propias luchas y también desiertos personales. Algunos viven desiertos de cesantía, soledad, rechazo, incomprensiones, crisis económica, incertidumbre, enfermedades, en fin.
Somos peregrinos en esta tierra y desde la fe sabemos que siempre hay esperanza porque el Hijo de Dios se hizo un hombre y se entregó dando su vida para regalarnos vida en abundancia. Él no nos abandona, él se quedó junto a nosotros, él sufre a nuestro lado e ilumina el camino.
No debemos olvidarnos nunca de eso. Si bien este camino de cambio es personal, también es comunitario. Por lo mismo, quiero animarlos a volver a recuperar con renovada fuerza, la participación en los distintos días que marcan la Semana Santa, tal como lo hacíamos año a año antes del 2020. Si algo aprendimos de toda esa larga experiencia producto de la pandemia, es que si bien, la técnica moderna puede ayudar en muchas cosas a facilitar nuestra vida, nada reemplaza el encuentro real persona a persona, el vernos cara a cara como una sola gran familia en la fe y sobre todo la presencial real de Jesucristo en cada eucaristía.
Los invito a vivir esta Cuaresma y Semana Santa ofreciendo a Cristo todos los dolores, penas, sufrimientos de este tiempo para compartir su cruz. Al mismo tiempo los animo a ser conscientes de todas las bendiciones de cada día y agradecer el estar vivos, conocer a una persona amable, recibir una sonrisa, un abrazo y tanto que muchas veces damos por hecho. Ofrecer y agradecer nos ayudará a hacer presente y encontrarnos con ese Dios vivo en medio de nosotros.
A la Virgen María y San José, nuestro patrono, los encomiendo para que esta Cuaresma y Semana Santa marquen un antes y un después en cada uno de sus corazones.
+ Cristián Contreras Villarroel
Obispo de Melipilla