REFLEXIÓN EN TIEMPO DE ADVIENTO

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 Por el padre José Antonio Costabal Cea

 

Nuevamente, este año se nos regala el poder iniciar un nuevo tiempo de la Iglesia. Tiempo que llamamos Adviento, es decir, tiempo para preparar la venida de Aquel que se hizo carne y habitó en medio de nosotros.

 

Pero ¿qué busca el Adviento? ¿Qué es el Adviento? El Adviento es tiempo de espera y de memoria de la primera y humilde venida de Jesús que se hizo hombre, y además, es tiempo de espera y súplica de la última y gloriosa venida del Señor.

 

Por tanto, el Adviento quiere prepararnos para la Navidad y para la segunda venida de Jesús. Quiere que nos asombremos ante el misterio que significa que el Hijo de Dios, Jesús, se hizo carne, y este misterio el Adviento lo prepara, la Navidad lo celebra y la Epifanía lo manifiesta.

 

Hemos de tener presente que el mensaje central del Adviento es recordarnos que Dios está en camino hacia nosotros, y por tanto, irrumpe en nuestro tiempo e historia y nosotros estamos a la espera. Hoy, ¿esperamos a Jesús?

 

Más que hablar de lo que muchas veces sabemos, quisiera dejar una breve reflexión que nos pueda animar en este tiempo:

 

  1. Estamos vivos mientras en nuestro corazón esté viva la esperanza.

 

Se nos dirá en el tiempo del Adviento: “Estén prevenidos, estén preparados”. Los primeros cristianos dieron mucha importancia a esta vigilancia que pedía el Señor. Para algunos, la llegada del Señor era inminente y para otros no tanto. Ellos sabían que existía el riesgo, al igual que hoy, de que se nos fuese olvidando poco a poco Jesús.

 

Hoy, por lo tanto, no queremos estar viviendo nuestra vida normal y tener dormido el corazón amante a Jesús. El Señor estará cada día más cerca de nosotros. De ahí que cada domingo de este tiempo, iremos con gran alegría a la casa del Señor, con una esperanza fundada en un Dios que acompaña siempre a su Pueblo. Tenemos nuestra esperanza en Él. Eso no significa despreciar la vida del mundo, pero esa vida en el mundo tiene que estar marcada por la espera de Jesús.

 

Por esta razón hermanos, sabiendo que han pasado para algunos varios años desde que escuchamos a Jesús: ¿Cómo vivimos esta constante espera de Jesús? ¿Estamos despiertos o nos hemos ido durmiendo poco a poco? ¿Vivimos atraídos por una esperanza que se funda en Él o vivimos distraídos por cosas pasajeras?

 

Jesús que se hizo hombre por nosotros, vivió su vida en total armonía entre lo que decía y hacía. Hoy Jesús quiere despertarnos de esa tentación de vivir la fe únicamente como en un “sueño”, muy alejada de nuestra forma de ser, de nuestros estilos, de nuestras búsquedas, que poco tienen que ver con el Evangelio.

 

Si hay algo propio de ser cristianos, es ser buscadores sobre todo de Jesús. Quien dice haberlo encontrado y luego se echa a dormir, es que en realidad no lo encontró. Jesús, está en movimiento. Se está acercando. Y nosotros hoy, queremos esperarlo.

 

  1. No nos quedemos dormidos.

 

Jesús con el tiempo del Adviento, quiere despertarnos para que busquemos nuestra conversión y la de la Iglesia. El que está despierto es alguien que habiéndose vestido de la armadura de la luz, puede estar atento a la realidad en la que vive. Estar despiertos nos ayuda a estar atentos a la presencia de Jesús, seguirlo a Él que es el Camino, y al mismo tiempo, estar atentos a los más pobres, para que no nos ocurra lo que el Señor nos dice: «Señor, ¿cuándo  te vimos hambriento, o sediento, o extranjero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te asistimos?». Jesús nos quiere sacar de la rutina como pasó en tiempos de Noé. Nadie se dio cuenta del diluvio.

 

Jesús hoy nos pone en alerta para que el fuego inicial de un amor desbordante no se apague en sus discípulos.

 

Corremos el riesgo de quedarnos dormidos en nuestra comodidad, acostumbrarnos a hacer lo mismo de siempre, tener una actitud de espectador. Si hay algo propio de un Dios que se hizo hombre, es que no fue pasivo. Jesús murió como vivió, es decir, dando vida y dando su vida.

 

Por esta razón, es que para despertarnos del sueño, hemos de tener presente siempre que Jesús es un Dios amigo, fuente de vida y de alegría. Si reavivamos nuestra experiencia de Dios, no nos quedaremos dormidos, porque estaremos esperando siempre a un Dios que se nos aproxima cada día más a nuestras vidas.

 

Estar despiertos significa, por tanto, no acostumbrarnos a lo que se nos propone, a no acoplarnos a lo que dice el mundo, sino a vivir y caminar por las sendas de un Dios que con espadas forja arados y con lanzas hace podaderas. Despertar, es sinónimo de conversión.

 

  1. Reorientemos nuestra vida y la de aquellos que aún duermen.

 

Tiene que despertar en la vida de nuestro Pueblo un amor a Jesús, que no es un Dios que busque nuestro mal, sino que se hizo hombre para decirnos: “La paz esté contigo”. Hoy queremos salir al encuentro de Jesús.

 

Por eso debemos preguntarnos, cómo llevar la esperanza que hay en nuestra vida a tantos dolores que existen en nuestra patria. A tantas familias que han quedado cesantes, a tantos adultos mayores, a tantos niños, migrantes, etc. Aquella esperanza a los que han sufrido a causa de la violencia. A los que son portadores de malas noticias, a los que no desean la paz. 

 

Esperar es algo tan humano. Se espera desde lo más pequeño hasta lo más importante. Un hijo para los esposos, la llegada de un pariente para estas fiestas, se espera una respuesta para un trabajo, se espera la PAES, se espera la acogida del perdón, se espera la paz para nuestra patria. Y yo: ¿Qué espero? ¿Hacia dónde está encaminado mi corazón? ¿Qué espero para mi país? ¿Qué espero para los que no creen en Jesús? Si tu corazón espera algo, es porque está despierto y si está despierto es porque sueñas con un mundo más humano donde Jesús tiene cabida.

 

El Adviento nos devuelve el horizonte de la esperanza, pues es una esperanza que no decepciona ya que esperamos al Señor. El Señor está siempre entre nosotros. El Adviento trae un aviso importante: va a venir el Hijo del hombre.

 

¿Cómo preparamos esa espera? ¿Esa llegada? El amor de Dios no es un amor para temer, sino algo que desear. ¿Dónde y en qué deseamos que llegue el amor de Jesús? Es tiempo de despertar nuestros sentidos para ver la presencia de Dios: ¿En qué rostros? ¿En qué situaciones? Cuando alguien se sabe querido y sostenido por un Dios que lo ama, espera gozosamente su llegada. Ha llegado el Adviento. Luego llegará la Navidad. Dios está llegando siempre. Abramos los ojos de la fe, abramos los brazos de la esperanza, abramos el corazón al amor (Pedro Casaldáliga).

 

 ¡Ven Señor Jesús!

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