TESTIMONIO: UNA TRAGEDIA QUE DUELE EL ALMA

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En medio de la tragedia por los incendios que azotaron la V región, jóvenes de la pastoral del Colegio Sagrado Corazón de Talagante, se organizaron para salir en ayuda de los damnificados.

 

El sábado 10 de febrero abrieron las puertas del colegio para, junto a toda la comunidad educativa, recoger mercadería e ir el día lunes 12 a Viña del Mar. Todo lo recolectado se hizo entrega en la Parroquia Sagrado Corazón de Miraflores Alto, lugar de acopio, y después se partió para el lugar afectado por los incendios para entregar colación a las personas del lugar.

 

María Angélica Gutiérrez G., Coordinadora Pastoral COSACO, nos relató cómo vivieron esos días: “La televisión nos mostraba imágenes que poco a poco fueron avanzando hacia muchas casas. Cuando vi la cantidad de casas en llamas, nunca imaginé todo lo que podían estar viviendo muchas personas tratando de escapar. Imágenes impactantes de las cuales no podíamos quedar indiferentes, ante tan gran dolor de tantas familias”, explicó.

 

 

“A medida que pasaban los días mirando las muchas imágenes y relatos tan impactantes que transmitían la televisión y las radioemisoras, pensábamos y buscábamos la forma de estar presentes y ayudar. Primero a través de la oración por tanto dolor y especialmente por las tantas pérdidas de vidas que lamentar, y en segundo lugar, cómo hacernos presentes con nuestros hermanos sufrientes. Sentíamos que no podíamos esperar al regreso de vacaciones para compartir y hacer partícipe a nuestra comunidad, especialmente nuestros niños y jóvenes, del dolor de tantos hermanos que necesitaban de nuestra empatía y solidaridad con ellos”, recordó.

 

Es por eso que iniciaron una campaña en alimentos no perecibles para ir en ayuda de las ollas comunes, y una cuenta para depósitos para quienes estaban fuera de Santiago y querían ayudar. “Durante toda la mañana del sábado estuvimos a la entrada del colegio recibiendo alimentos, los cuales los fuimos a dejar el lunes en la tarde, ya que no podíamos ingresar a los sectores después de las 17:00 horas. Al ir ingresando a Viña del Mar, fuimos observando lo desgarrador y triste del paisaje, encontrándonos con las primeras imágenes del brutal y despiadado incendio”, señaló.

 

“Estábamos muy tristes por lo visto hasta el momento y queríamos estar y acompañar a nuestros hermanos. Aún teníamos la colecta que habíamos reunido y pasamos a comprar jugos, galletas y queques para que comieran algo rico en toda su tristeza. Ya tarde, pasadas las 18:30, logramos llegar y observar lo desgarrador de los hogares. A medida que caminábamos y conversábamos con las personas, sentíamos nuestro pecho apretado e impactado por la destrucción de todo lo material que se encontró con la fuerza y brutalidad del fuego. Muchos rostros con la mirada perdida, cansados, ojitos rojos de tanto llorar”, recuerda.

 

“Ejemplo de ello es don Manuel, con quien compartimos en el lugar. Nos contó que había terminado muy poco de limpiar su terreno y venía de haber llorado tanto de darse cuenta de que le llevó 38 años construir y terminar su casa. Lo último que había logrado comprar fue su autito, el que no pudo sacar porque su portón estaba bloqueado con otros vehículos. Lo perdió todo”, relató.

 

“Lo que vivimos ese día fue el inicio del trabajo solidario que hay que realizar, y que al regreso de nuestras vacaciones fortaleceremos y potenciaremos en nuestra comunidad con nuestros niños, jóvenes, profesores y apoderados del Cosaco”, finalizó.

 

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