Un día de fe, tradición y sueños para el futuro
El 20 de octubre, la localidad de Pomaire se vistió de fiesta para celebrar el Día Diocesano del Cuasimodista. Con una procesión llena de fervor, una misa a la chilena y la participación de cuasimodistas de toda la región, esta jornada de devoción popular reafirmó el compromiso de la comunidad y dejó entrever un anhelo de expansión y unidad para esta tradición.
La celebración comenzó a las 10:00 a.m. con una oración frente al Cristo en la entrada de Pomaire, para luego dar inicio a la procesión que recorrió la calle principal. Al frente, los jinetes y cuasimodistas entonaban los gritos tradicionales de esta devoción, hasta llegar al gimnasio ubicado detrás de la Capilla San Antonio, donde se instalaron bancas para la Santa Misa. “La procesión avanzó con el característico entusiasmo de los cuasimodistas, hasta llegar al gimnasio, un lugar que lucía muy bien adornado para recibir a los fieles y celebrar juntos la Eucaristía”, explicó Claudio Morgado, coordinador general.
La misa, presidida por el Obispo Cristián Contreras Villarroel y concelebrada por el Padre Guillermo González Vergara y el Diácono Santiago de Mallarauco, se celebró con un marcado tono tradicional, acompañada por el conjunto Santa María de Talagante, que interpretó cantos populares chilenos en honor a la Virgen del Carmen y al Señor.
En este contexto de celebración y unidad, se realizó el traspaso del estandarte de los cuasimodistas de la diócesis, entregado desde el cuasimodo de Mallarauco al de Curacaví. Este acto simboliza la continuidad de la misión cuasimodista, un rol que la comunidad recibe con gratitud y compromiso cada año.
Además de los participantes locales, hubo invitados de otras diócesis, entre ellos cuasimodistas de Maipú, Marchigüe y La Estrella, así como el presidente de la Asociación Nacional de Cuasimodistas, quien felicitó a la Diócesis de Melipilla por organizar esta festividad con dedicación y ser la única diócesis que celebra oficialmente el Día del Cuasimodista. “Sería hermoso que esta tradición se extendiera a nivel nacional, un sueño a futuro que muchos compartimos”, comentó Morgado, entusiasmado por la posibilidad de ver este evento crecer aún más. “Nuestro sueño es unir a todas las comunidades para
celebrar juntos a nivel nacional.”
En este encuentro también se presentaron a los nuevos coordinadores de cada decanato: Antonio Díaz para Talagante, Francisco Arratia para Melipilla, Sonia Donoso para el Decanato Rural y Gonzalo Ampuero para la zona costa de San Antonio. Sin embargo, Claudio Morgado destacó que aún queda mucho por hacer para lograr una mayor participación de todas las parroquias.
La jornada culminó con una pequeña convivencia entre las comunidades, que compartieron alimentos y recuerdos de la jornada. Este evento anual reunió a más de 350 personas de distintas localidades, incluyendo Talagante, Peñaflor, Padre Hurtado, El Monte, Pomaire, Mallarauco, Marchigüe, La Estrella, Curacaví, Lo Abarca, San Antonio
y Maipú.
El Día Diocesano del Cuasimodista en Pomaire es, más que una tradición, una expresión viva de fe que busca fortalecer los lazos comunitarios. La celebración no solo unió a los participantes en una jornada de oración y devoción, sino que también dejó un mensaje claro: la esperanza de que un día todos los cuasimodistas del país celebren juntos esta
importante tradición.
Sonia Donoso: Una vida de fe y entrega al servicio del Cuasimodo
Para Sonia Donoso, de 63 años, la celebración del Día del Cuasimodista en la Diócesis de Melipilla no es solo una festividad, sino una manifestación de su inquebrantable compromiso con la fe, el servicio y el amor por Dios. Su testimonio refleja el espíritu del Cuasimodo, una tradición que ha marcado su vida y la de su familia, convirtiéndose en una de sus grandes misiones.
Desde su primer encuentro con el Cuasimodo, a los 18 años, Sonia supo que esta celebración tenía un significado más profundo. Aquel día, vio pasar un carro acompañado de caballos y personas que gritaban con entusiasmo. Movida por la curiosidad, preguntó de qué se trataba y decidió unirse al año siguiente. Fue entonces cuando, al presenciar el fervor y la dedicación con que el Santísimo era llevado a los enfermos, encontró una conexión especial. “Para mí, llevar el Santísimo era un acto de respeto… Yo no sentía que lo acompañaba, sino que era Dios quien me acompañaba a mí”, recuerda Sonia, reflejando cómo la fe transformó su participación en el Cuasimodo en un acto espiritual y de servicio.
Durante los 45 años que ha dedicado a esta tradición, Sonia ha transmitido su amor por el Cuasimodo a sus hijos y nietos, quienes también participan como cuasimodistas. A lo largo de este tiempo, Sonia ha vivido momentos intensos y significativos, como la vez en que los caballos que tiraban el carro perdieron el control en una pendiente- A pesar del peligro, ella mantuvo la calma. “Yo veía a mi hija bien sujetada y sentía confianza; miraba al Padre, al Santísimo, y me sentía segura. Gracias a Dios, el carro se detuvo antes de caer”, relata, agradeciendo a Dios por haber protegido a todos los presentes ese día.
Sonia y su esposo, Carlos Guajardo, han trabajado incansablemente para mantener viva esta tradición en su comunidad. Juntos, organizaron el grupo de Cuasimodo y lograron consolidarlo como una pastoral estable, después de años de esfuerzo. Hoy, el grupo no solo celebra el Cuasimodo, sino que extiende su labor visitando enfermos, brindando ayuda material a familias necesitadas y ofreciendo palabras de aliento. “Nos reunimos todos los meses, visitamos enfermos y llevamos alegría, porque a veces una sonrisa y una palabra de aliento son necesarias para quien está pasando por momentos difíciles”, explica Sonia.
El compromiso de Sonia trasciende la celebración anual. Su trabajo en la iglesia, su dedicación a la formación de parejas y su rol como delegada de Cuasimodo en la zona rural son testimonios de una fe activa que busca siempre hacer el bien y servir a los demás. Para ella, cada visita, actividad y sonrisa compartida con los enfermos son una oportunidad para dar testimonio de su amor por Dios y por su prójimo.
Su testimonio, lleno de fe, esperanza y dedicación, es un recordatorio de la importancia de vivir una espiritualidad activa y de hacer de nuestras tradiciones una vía de servicio y amor hacia los demás. Como Sonia afirma con sencillez y emoción: “Cuando uno ama a Dios por sobre todas las cosas, tiene mucho más para entregar, porque Dios te da el doble de lo que tú das”.