Los saludo con cordial afecto en este mes de mayo en que recogemos lo vivido en los últimos dos meses de nuestra querida diócesis de San José de Melipilla.
Comienzo recordando la Semana Santa que nos reúne en un ambiente de profundo recogimiento y devoción. En esta edición destacamos de forma especial lo vivido en la comunidad de la Parroquia Cristo Rey de Llolleo. Una familia en la fe viva que, con una alta participación, reunió a niños, jóvenes, adultos y adultos mayores en las diversas celebraciones de esos días. Conmueve constatar la devoción con la que se vivieron esos días. Por ejemplo, en el Vía Crucis, donde muchos deseaban subir el cerro rezando y cantando hasta donde está la gran escultura del Cristo Crucificado, para poner a sus pies sus dolores, dificultades y agradecimientos. Sin duda, un tremendo testimonio de una fe que se hace vida por medio de cada uno de ellos por medio de ese sacrificio ofrecido por amor.
El Papa Francisco lo dijo en su homilía de la Misa de Pascua: “Si nos dejamos llevar de la mano de Jesús, ninguna experiencia de fracaso y dolor, por mucho que nos duela, puede tener la última palabra sobre el sentido y el destino de nuestras vidas”.
Asimismo, en esta edición hemos querido hacer una mención especial al tema de vocaciones, que como nos cuenta el Padre Manuel Quiroz, tenemos muy pocas vocaciones religiosas y a la vida sacerdotal: “De nosotros depende que muchos más jóvenes se atrevan a dar un sí al Señor, este sí que es un proyecto en el tiempo que se sustenta para toda la vida. Es un proyecto que cambia el corazón del hombre, cambia nuestra forma de ver la vida, que realmente nos reconcilia, nos invita a vivir con el Señor”.
Oremos por muchas y santas vocaciones al sacerdocio y la vida religiosa, al matrimonio y la vida laical. Necesitamos sacerdotes para que la Iglesia pueda vivir el mandato de Jesucristo, renovando el sacrificio de su Cuerpo y de su Sangre, así como anunciar el Evangelio.
Cómo no mostrar, a su vez, la maravillosa fiesta de Cuasimodo. Una expresión de fe de nuestro pueblo que se prepara y engalana para llevar con alegría la Sagrada Comunión a quienes no pudieron recibirla en Pascua de Resurrección.
Que esa misma fe en Dios nos anime a nosotros a ir a su encuentro no solo en la Santa Misa, sino que descubrirlo en cada hermano que necesita una mano, una sonrisa, una palabra o una ayuda concreta. Nuestra misión es permanente, de todos los días, hasta que vayamos al encuentro final con Dios Uno y Trino.
Con mi bendición y renovadas gratitudes,
+ Cristián Contreras Villarroel Obispo de Melipilla