Por el Padre Gonzalo Castro, SJ
Desde los confines de la Amazonia hasta las calles de Padre Hurtado, mi vida como sacerdote jesuita ha sido una odisea de descubrimiento, servicio y amor.
Nací en Santiago en 1987, en una familia amorosa y numerosa. Desde temprana edad, fui moldeado por la influencia de una educación católica y el calor de una comunidad comprometida.
Mi devoción por la fe y mi pasión por el servicio social tomaron forma durante mis años en el colegio Monte Tabor y posteriormente en el San Ignacio El Bosque, donde conocí la espiritualidad ignaciana y descubrí el horizonte de ser un contemplativo en la acción.
La semilla de mi vocación comenzó a madurar durante mis estudios de Ingeniería Civil en la Universidad Católica. A través de mi compromiso con la CVX jóvenes y mi trabajo en poblaciones marginadas, sentí el llamado de Dios resonar cada vez más fuerte en mi corazón. Mi admiración por la belleza y la complejidad del universo, reflejada en la naturaleza y la astronomía, profundizó mi conexión con la fe y el servicio, enraizando mi compromiso con la justicia social.
El punto de inflexión llegó cuando decidí vivir una experiencia de inserción comunitaria para jóvenes universitarios. Ahí experimenté una profunda certeza vocacional: un llamado a vivir consagrado al servicio de la fe y la promoción de la justicia.
Con esta convicción arraigada, ingresé al Noviciado en Melipilla en marzo de 2010, comenzando así mi camino hacia el sacerdocio. Los años siguientes me llevaron a través de un viaje de formación tanto académica como espiritual. Desde colaborar en la pastoral juvenil de la Catedral de Melipilla hasta estudiar Filosofía y Humanidades en la Universidad Alberto Hurtado, y luego dentro de mi trabajo pastoral en el Colegio San Luis de Antofagasta, mi compromiso con la fe y el servicio nunca vaciló.
Sin embargo, fue mi experiencia en Brasil la que dejó una marca indeleble en mi corazón y en mi ministerio. Durante mis estudios de teología en Belo Horizonte, me sumergí en la realidad social y espiritual de la Amazonía, encontrando inspiración en la sabiduría y el testimonio de las comunidades indígenas y ribereñas.
Hoy en día, como vicario en la parroquia San Ignacio de Loyola, en Padre Hurtado, encuentro un espacio de paz interna y gratitud en la comunidad parroquial. Mi labor pastoral se centra en escuchar, acompañar y apoyar a las personas en su camino de fe, aprendiendo de ellas y profundizando mi vocación de pastor.
Mi historia vocacional es un testimonio de entrega, generosidad y compromiso con los más vulnerables, inspirando a otros a seguir el llamado de Dios en sus vidas. Continúo mi camino con la convicción arraigada de encontrar el corazón de Cristo en cada experiencia y en cada rostro que encuentro en mi camino.