Bajo el lema de este año y también de la OOPP “Impulsados por el Espíritu Santo, somos signo de Esperanza”, se reunieron 250 agentes pastorales de parroquias y colegios, 21 sacerdotes y 28 diáconos para participar del Inicio del Año Pastoral y celebrar como diócesis al San José patrono de la diócesis, en una ambiente fraterno y de alegría por el reencontrarse presencialmente.
El encuentro se realizó en el colegio de la Hnas Dominicas de la Presentación y el tema tratado fue: La importancia de la Vida Comunitaria, expuesto por Don Rodolfo Núñez, Doctor en Psicología, (Universidad de Chile), Magíster en Ciencias Sociales (Ilades), Psicólogo (Universidad de Chile), Docente de la Facultad de Educación, Psicología y Familia de la Universidad Fines Terrae. Una iluminación desde la ciencia, pero desde una mirada creyente porque, como él expresó, es primero católico y luego psicólogo.
El trabajo grupal permitió compartir como mejorar los espacios comunitarios que tenemos, los aspectos comunitarios a trabajar en nuestros grupos pastorales atendiendo su diversidad y dar sugerencias de actividades concretas y posibles y evaluables, para mejorar la vida comunitaria desde y en los 4 grupos prioritarios de la acción pastoral para este trienio (familia, jóvenes, personas mayores, migrantes).
Se concluyó con la celebración de la Eucaristía en el templo catedral, presidida por Don Cristián Contreras Villarroel, Obispo de la diócesis y concelebrada por un gran número de sacerdotes, en ella agradeció al Pbro. Pedro Tapia Toro por su servicio como Vicario de la Pastoral por varios años y que por motivos de salud no continúa y anunció oficialmente al Pbro. Juan Pablo Miranda Núñez como el nuevo Vicario de la Pastoral. En el momento de las ofrendas cada decanato llevó hasta el altar, junto al pan y el vino, frutos del campo (decanato rural), alimentos no perecibles (decanato de Talagante), útiles de aseo (Decanato de Melipilla) y útiles escolares (decanato de San Antonio y colegios) que irán en ayuda a familias que lo necesitan.
OBISPADO DE MELIPILLA
HOMILÍA SAN JOSÉ E INICIO AÑO PASTORAL 2023
Sábado 18 de marzo de 2023
+ Cristián Contreras Villarroel
Queridos hermanos sacerdotes, diáconos permanentes, religiosas, hermanas y hermanos de las comunidades eclesiales, ya en la mañana al inicio de esta jornada les compartí mi saludo animando a trabajar este año por una de nuestras opciones pastorales: anunciar al Señor explícitamente y hacer operantes todas aquellas instancias comunitarias de participación y reflexión como son los consejos parroquiales, los consejos económicos, la vida de los decanatos. Hago un llamado especial, por no decir una exigencia, a participar de todos los cursos de prevención de abusos y creación de ambientes sanos y seguros. Agradezco el trabajo que han realizado y que ahora culminamos con la Eucaristía. Mañana Domingo es el día de San José. Por ser Domingo, día del Señor, toda solemnidad litúrgica, se traslada al día siguiente. Nosotros la adelantamos a este día por ser el inicio del Año Pastoral. San José es el patrono de la diócesis, el hospital público lleva su nombre y la comuna de Melipilla fue fundada bajo su protección.
San José
El día de San José, la Iglesia nos invita a alegrarnos pensando en las gracias recibidas por San José; gracias divinas que suscitan en nosotros una gran admiración. El ángel que se aparece a José lo resume en su mensaje: serás esposo de María; deberás poner un nombre al hijo de ella: Jesús. Es decir, deberá tener la responsabilidad de un padre. Deberá vivir entrañablemente unido a María y Jesús.
Esto debiera ser un motivo de alegría para José: saber que esta es la voluntad de Dios para él. Es difícil imaginar la inmensa alegría que colmó el corazón de José y que lo sostendrá durante todas las pruebas de su vida. Él ama a Jesús con auténtico amor de padre, por eso llega a ser modelo para los padres y los educadores.
Pero esta felicidad comporta también una renuncia tan grande que es imposible aceptarla sin la fe y sin experimentar la fuerza de la gracia de Dios.
José, María y el plan de Dios
José se encuentra en una situación extraña: María es su esposa. Jesús es su hijo, pero no ha sido engendrado por él. Lo dice el texto de San Mateo que hemos escuchado: “Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo”. En el amor de José encontramos una renuncia muy profunda y exigente. Una renuncia que no daña el amor, sino que lo eleva a una altura sublime.
Es un amor que no busca su propio interés, sino que es un amor que se pone al servicio de la persona amada. El amor de José por María busca servir la vocación de María como la madre de Dios. Desde esa unión espiritual surge una gran alegría. Es la perfección del amor.
El amor de José busca solamente servir a la vocación y misión de Jesús. José no es como esos padres que se creen dueños de sus hijos, que imponen su afecto en modo autoritario. Él sabe muy bien que Jesús no le pertenece. Él desea solamente prepararlo según su capacidad, el ser un humilde carpintero, a la misión de Jesús de ser el Salvador, como lo anunció el Ángel.
Todo esto es posible solamente si se tiene fe. La carta a los Romanos nos dice que el justo vive por la fe. El justo se salvará por la fe. José era un hombre justo. José creyó como Abraham en medio de dificultades e incertezas humanas. Por la fe, Abraham llegó a ser padre de muchas naciones.
La oración colecta, que reúne todas las intenciones del pueblo de Dios, dice: “Dios Nuestro, que pusiste bajo la fiel custodia de San José los comienzos de la salvación humana, te pedimos que, por su intercesión, la Iglesia pueda llevarla a su plenitud”. De aquí viene el hermoso título de San José “Custodio del Redentor”. San José es el cooperador, el colaborador de Dios Padre que envió a su Hijo para salvar al mundo.
San José es también nuestro padre, es nuestro custodio; nos muestra el gran don para la humanidad que es Jesús, y que nos pone también una tarea. La oración nos invita a acudir siempre al Santo Patrono para que la Iglesia pueda ser instrumento visible de la plenitud de la salvación humana. Por eso estamos reunidos aquí, porque esa es la vocación que tenemos: colaborar con la obra del Señor, anunciando a Jesucristo que es el único don que nos ha sido dado y debemos compartir: “oro y plata no tengo, pero lo que tengo te doy”, le dice Pedro a un tullido: “en nombre de Jesús de Nazaret levántate y camina”. Eso es lo que queremos anunciar como Iglesia en salida.
Poner amor a lo cotidiano
Lo decía algunos años atrás en el día de San José y lo vuelvo a repetir hoy en tiempos de muchas tribulaciones, de inseguridad ciudadana, de delincuencia cada vez más violenta, del narcotráfico, de trata de personas: cuando viajo temprano a Santiago, veo la locomoción con gente de nuestros campos y ciudades de nuestra diócesis: jóvenes, personas adultas, casi todas con la cabeza pegada en el vidrio durmiendo, algunos leyendo un libro, otros escuchando música, y eso lo hacen todos los días del año, esa es la vida; es la repetición más o menos monótona, rutinaria del trabajo, del levantarse, asearse, tomar rápidamente algo de colación para el camino, trabajar, estudiar, y volver a casa; eso es Nazaret. Pero hay algo en Nazaret que es un ejemplo de cómo asumir lo cotidiano: lo que hacemos todos los días, en la repetición de hacer las mismas cosas casi siempre, si uno le pone amor le da sentido. Y María y José le pusieron mucho amor, porque tenían bajo su custodia al autor de la vida, al redentor del mundo, y también nosotros lo tenemos, somos cristianos, hemos sido injertados en la pascua de Jesucristo a través del bautismo, y por lo tanto somos portadores de Cristo.
Todos los bautizados somos portadores de Cristo, y entonces el día a día va a tener otro sentido, el día a día, aunque sea de noche, la noche también precede la luz del día. Nos hace bien San José, porque nos revela el misterio de Nazaret de todos los días: allí Jesucristo crece, y por sus frutos lo conocerán, y Jesús anunció el Reino de Dios, Jesús vino a vendar las heridas, perdonó a los pecadores; Jesús resucitó muertos, salvo a los enfermos, dio la vista a los ciegos, hizo andar a los tullidos, sano de la lepra, todas acciones a favor de la vida, para que tengamos vida, y vida plena. Y más aún, no para que esto se acabe aquí al interior de esta historia, sino que para que trascendamos la historia y por eso creemos en la vida eterna, allí donde ya participa una de nuestra humanidad, la Virgen María, asunta al cielo; allí donde está San José, el más grande de todos los Santos.
Queremos promover y ayudar a las familias a ser escuelas de amor, y comprometernos fomento de las vocaciones con la oración, pero a la vez con un acompañar a las familias, a los jóvenes a través del trabajo conjunto de la pastoral vocacional, pastoral familiar y pastoral juvenil.
A San José, a la Virgen María les pedimos que nos acompañen, sobre todo cuando tenemos una dificultad personal o de algún familiar o ser querido que nos quita el sueño, cuando en medio del dolor y la incertidumbre pareciera que Dios no hablara, que estuviera ausente y sin embargo esa aparente ausencia, es también una presencia de Dios; y Dios a San José le hablo en sueños a través del ángel, porque cada vez que Dios quiere irrumpir en la historia haciendo algo nuevo, nunca dejará de hablarnos.
En momentos de dificultad, también nosotros podemos ser para los demás como un enviado de Dios providente que nos ayuda a asistir a los más necesitados anunciando a Jesucristo: “la caridad de Cristo nos urge”.
La oración del Papa Francisco a San José
“Salve, custodio del Redentor y esposo de la Virgen María. A ti Dios confió a su Hijo, en ti María depositó su confianza, contigo Cristo se forjó como hombre. Oh, bienaventurado José, muéstrate padre también a nosotros y guíanos en el camino de la vida. Concédenos gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal. Amén”.