En un rincón discreto de la Parroquia San Antonio de Padua, un grupo de mujeres devotas se reúne cada miércoles para llevar a cabo una tarea sagrada: la elaboración de las hostias.
Este grupo, fundado hace más de 50 años por los padres Mario González y Enrique Troncoso, ha sido un pilar fundamental para la comunidad parroquial, proporcionando hostias a 11 capillas que dependen de la parroquia.
En sus años de esplendor, el grupo estaba conformado por aproximadamente 30 mujeres. Hoy en día, aunque el número ha disminuido, las integrantes continúan su labor con la misma devoción y compromiso. La sala de hostias, dedicada exclusivamente a esta tarea, es un espacio íntimo donde las mujeres trabajan en armonía, orando y agradeciendo a Dios y a la Virgen por permitirles contribuir a la iglesia.
Olga Acevedo, hacedora de hostias, cuenta que “actualmente el grupo lo conforman Mercedes Hernández, 69 años, quien es la más longeva y lleva 32 años realizando esta linda labor; Dina Vega, 69 años, está con nosotras desde el 2008; Luisa Gonzalez, de 85 años, lleva 4 años; Patricia Cañete, de 82 años, lleva aproximadamente nueve años preparándolas, y yo -Olga Acevedo- , que tengo 75 años, llevo 9 haciendo hostias. Anita Fierro y Gladys Galvez no asisten por problemas de salud”.
El proceso de elaboración de las hostias es meticuloso y requiere una atención cuidadosa. Las mujeres preparan una mezcla de agua y harina, ajustando la consistencia para obtener un batido perfecto. Luego, proceden a cocer y cortar las hostias con precisión, asegurándose de que estén en perfectas condiciones para su uso en las celebraciones eucarísticas. Todas coinciden en lo mismo: “nuestro ingrediente secreto es el amor y la devoción en Jesús”.
A pesar de los desafíos que enfrentan, estas mujeres encuentran gran satisfacción en su labor. Su trabajo es una forma de servicio que fortalece los lazos dentro de la comunidad y apoya a las capillas locales.
La dedicación de estas mujeres es un ejemplo inspirador de cómo, a través de acciones pequeñas pero significativas, podemos contribuir a la vida espiritual de nuestra comunidad. Gracias a su labor silenciosa pero constante, las hostias llegan a los fieles, fortaleciendo su fe y su conexión con Dios.