Por H. Flor María Garrido Lara, ccv
Secretaria Ejecutiva, Vicaría Pastoral
Al concluir el año, y a un año de su promulgación, es necesario dar una mirada agradecida por lo que significó el tiempo de reflexión y discernimiento previo a las Orientaciones Pastorales diocesanas (OOPP), pero a la vez una mirada hacia el futuro, ya que ellas son el marco orientador de nuestra tarea pastoral.
Nuestro obispo en su presentación nos dice: “Las Orientaciones Pastorales son un instrumento que procura ofrecer algunas líneas conductoras que animen la acción pastoral de la diócesis. Al mismo tiempo, son una ayuda para que cada unidad pastoral pueda generar sus planes pastorales de modo que, como Iglesia diocesana, podamos caminar en unidad, animada por el espíritu sinodal, cultivando nuestra vocación profética y siendo portadora de esperanza para nuestros vecinos”.
Muchos de ustedes, de diversas parroquias, acogieron la invitación a participar del proceso de discernimiento. Un proceso que fue largo y no exento de dificultades por los acontecimientos sociales y situaciones sanitarias que nos afectaron en los años siguientes. Como no agradecer el esfuerzo y fidelidad por la participación en los encuentros, los trabajos por comunidades, que nos permitieron ir descubriendo el querer de Dios, reconocer las sombras y dificultades y valorar los logros, la vida que va creciendo silenciosamente en lo cotidiano de la comunidad. La escucha atenta fue lo que caracterizó este tiempo, una escucha a las personas y al Señor que nos iba hablando.
Para la Vicaría Pastoral, como para cada comunidad parroquial y educativa que forma parte de nuestra querida diócesis, nos plantean desafíos que necesitamos asumir juntos. Algunos de ellos: Frente a la cuota de individualismo, las relaciones interpersonales frágiles, el afán de poder y el compromiso débil de algunos agentes pastorales, necesitamos crecer en comunión, acogida, mejorar las relaciones y cultivar una actitud de servicio, y lo más importante poner a Jesús en el centro de nuestra vida personal, comunitaria y pastoral.
En el plano de la formación, ofrecer una permanente e integral a todos los agentes pastorales, para que los liderazgos que existen o surjan reciban los conocimientos adecuados que contribuyan a generar vida, a realizar cada vez mejor la tarea evangelizadora y ante la sociedad poder, para dar razón de nuestra fe.
Cultivar el encuentro personal y comunitario con Jesús. Para ello, la vida sacramental (en especial la celebración de la Eucaristía), espacios de retiro y oración, la lectura orante de la Palabra, es esencial en la vida de todo creyente. Es necesario también la actitud permanente de discernimiento que nos permite ir descubriendo el querer de Dios.
Las OOPP nos recuerdan la importancia del silencio que necesitamos cultivar “El silencio es un espacio privilegiado para contemplar, escuchar a Dios, reconocer nuestra verdad y tomar decisiones. Cultivar el silencio es uno de los mayores desafíos en este tiempo donde el ruido de la ciudad, la música estridente, los medios de comunicación social y las redes sociales nos distraen y nos impiden estos espacios que son tan necesarios para el encuentro consigo mismo, pero también el encuentro con el Señor y su proyecto”.
Desde la riqueza de la diversidad de nuestra diócesis, con ciudades, zonas rurales dedicadas a la agricultura y las zonas costeras que entregan del mar alimentos necesarios para el ser humano, necesitamos tomar conciencia del cuidado de la “casa común”, cultivar una actitud respetuosa por la creación, cuidar los recursos renovables y colaborar para que las próximas generaciones cuenten con ellos. De manera especial, estamos invitados a cuidar y proteger al ser humano, desde la concepción hasta su muerte natural (esto ha sido siempre para la Iglesia una de sus preocupaciones).
A partir de la pandemia del covid-19, tomamos mayor conciencia de la importancia del autocuidado, pensando no sólo en nuestro propio bienestar, sino también en el de nuestros hermanos, y para ello, necesitamos educarnos en cómo cuidarnos en lo físico- psicológico y espiritual.
Crecer en el compromiso social, que para los creyentes se fundamenta en la Sagrada Escritura y el Magisterio de la Iglesia. Para ello, necesitamos dejarnos iluminar por la riqueza de la Palabra de Dios y por la Doctrina Social de la Iglesia.
Debemos ser “Iglesia en Salida” como nos ha dicho tantas veces el Papa Francisco, tener una mirada atenta y compasiva a quienes viven en las periferias existenciales y geográficas de nuestro mundo, ser comunidad de acogida para tantos hermanos que necesitan ser escuchados y atendidos en sus necesidades.
Seguir fortaleciendo la tarea pastoral con los cuatro grupos prioritarios fijados el año 2018: la familia, los jóvenes, personas mayores, y migrantes.
En relación a las familias, la primera comunidad donde aprendemos a amar, necesitamos fortalecer el trabajo, el acompañamiento y la formación de cada una de ellas desde las plataformas existentes (catequesis, colegios, etc.).
Con los jóvenes se requiere impulsar procesos pastorales, poner en práctica nuevos métodos de evangelización, dedicar tiempo al acompañamiento personal y comunitario de los jóvenes donde puedan sentirse escuchados y sostenidos en sus dificultades, impulsar y acompañar a los jóvenes en sus procesos de búsqueda y discernimiento de sus inquietudes vocacionales en vista a una consagración específica.
Potenciar la pastoral de las personas mayores que permita un acompañamiento integral de ellas, ya que viven en muchas ocasiones situaciones de necesidad económica, soledad y abandono.
Generar criterios comunes para la implementación de una pastoral de migrantes en cada parroquia, y cultivar en las comunidades la acogida e inclusión de estos con la riqueza que pueden aportar desde las diversas culturas a la vida comunitaria y modos de celebrar la fe.
En este tiempo de Adviento que iniciamos, la esperanza es una virtud que se nos invita de manera especial a vivir, por eso miramos con esperanza la vida de nuestras comunidades.
El año 2024 queremos dar un impulso especial a la formación orientada a que cada agente pastoral viva más plenamente su fe y el compromiso con la Iglesia y la sociedad.
Confiamos que el Espíritu Santo nos impulse a construir comunidades más fraternas, que den testimonio que Dios es AMOR y que vive en medio nuestro.