Con alrededor de 500 fieles, acompañado por simbolismos y ornamentación especial se realizó esta importante celebración.
El 19 de mayo, la Catedral de Melipilla celebró Pentecostés, una de las festividades más significativas de nuestro calendario litúrgico. Pentecostés, conmemora la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles cincuenta días después de la Pascua de Resurrección.
Esta celebración es una oportunidad para renovar el compromiso con la fe y la misión de la Iglesia, reflexionando sobre la presencia del Espíritu Santo.
La misa, presidida por Monseñor Cristián Contreras, contó con la participación del Padre Víctor Fernández, Vicario General y el Diácono Mario González, y reunió a alrededor de 500 fieles. Un momento destacado fue el inicio del primer encuentro para los niños de Primera Comunión, subrayando la importancia de transmitir la fe a las nuevas generaciones.
Además, se plantaron cuatro olivos en el frontis de la Catedral, simbolizando la vida nueva y la unción del Espíritu Santo.
En su homilía, Monseñor Contreras destacó varios puntos clave sobre la significancia de Pentecostés: Comenzó recordando que Pentecostés es el día en que se cumple la promesa de Jesús de enviar el Espíritu Santo. “Hoy es el día de la Iglesia. Celebramos Pentecostés. Se cumple la promesa de Jesús de enviarnos el Espíritu Santo que nos recordaría todo lo que Él dijo e hizo”. Este día marca el inicio del tiempo de la Iglesia, que durará hasta el fin de los tiempos, con la certeza de que Jesús estará con nosotros hasta el fin del mundo.
Subrayó cómo el Espíritu Santo transformó a los discípulos, que estaban encerrados por temor, en valientes proclamadores del Evangelio. “La fuerza del Espíritu Santo hizo que los discípulos que estaban encerrados por temor a los judíos y sin proclamar el Evangelio, se transformaran y llevaran el anuncio gozoso de la resurrección a todas las naciones”. Este don espiritual es lo que ha permitido que el Evangelio se predique y se viva por siglos, con hombres y mujeres mártires a lo largo de la historia cristiana.
Instó a los fieles a liberarse de los temores que paralizan y a continuar la tradición apostólica, acogiendo el don del Espíritu Santo y anunciando el Evangelio en todos los aspectos de la vida cotidiana.
Comparó Pentecostés con la Torre de Babel, destacando que mientras Babel representa la confusión y la división, Pentecostés simboliza la unidad y la comprensión. “Pentecostés es lo contrario a la Torre de Babel, donde las lenguas se confundieron en aquellos que quisieron suplantar a Dios, viviendo una idolatría que también es actual”.
En un llamado a la acción social, Don Cristián subrayó la importancia de abordar las demandas sociales, especialmente en áreas como la educación, la equidad social y la salud. “¿No es acaso lo que vivimos en nuestra patria? Somos testigos de demandas sociales sentidas y donde no debiera haber muchas opiniones, especialmente en el ámbito de la educación, de la equidad social, de la salud, de una vida digna para las personas mayores”. Instó a la comunidad a trabajar juntos para superar las divisiones y construir una sociedad más justa, recordando que aunque todos hablamos el mismo idioma, a menudo no nos entendemos debido a la desconfianza y la falta de diálogo.
Concluyó su homilía con una reflexión sobre la unidad y la acción del Espíritu Santo en la Iglesia. “La Iglesia no es una obra humana, sino del Espíritu que Dios nos ha enviado, y que a los bautizados nos toca responder a todas las mociones que el Espíritu Santo va sembrando en nuestros corazones”. Llamó a los fieles a evitar el personalismo y el individualismo, y a promover la colaboración en las tareas apostólicas y pastorales.
Con una oración final, Monseñor Cristián Contreras pidió al Espíritu Santo que llenara de amor los corazones de los fieles y renovara la faz de la tierra, recordando que es el Espíritu quien nos da la fuerza para vivir cristianamente nuestra existencia en el mundo.
“Con la Virgen María y los primeros apóstoles decimos ‘¡Ven Espíritu Santo, llena de amor el corazón de tus fieles, y renovarás la faz de la tierra!’”.
La celebración de Pentecostés en la Catedral de Melipilla no solo fue un momento de festividad y comunión, sino también una oportunidad para renovar la esperanza, la inspiración y el amor en la comunidad, guiados por los dones del Espíritu Santo hacia una vida plena en Cristo.