El pasado mes de la solidaridad fue una oportunidad especial para vivir los valores del Evangelio a través de acciones concretas que reflejan el amor y la compasión de Cristo hacia los más necesitados.
En el obispado de Melipilla, surgieron diversas iniciativas destinadas a llevar esperanza y sustento a aquellos que enfrentan dificultades. Uno de los pilares de estas acciones fueron los comedores comunitarios, donde se ofreció alimento y apoyo a quienes más lo requieren.
Testimonios desde los comedores
Marcelo Arroyo, miembro del equipo de ayuda fraterna de la parroquia de El Tabo, compartió su experiencia. “Mi esposa, Denis Rivera, y yo, junto con otra integrante, Adriana, nos propusimos preparar un plato solidario cada mes. Aunque no contamos con un comedor en nuestra parroquia, utilizamos la cocina de la iglesia para preparar alrededor de 100 raciones que se distribuyen entre las personas más necesitadas. Además, los domingos, durante la misa, mencionamos nuestra labor y recibimos generosas donaciones de alimentos no perecibles por parte de la comunidad.
Estos productos se agrupan en bolsas de ayuda que se entregan a familias en situación precaria. Inspirados por el Padre Hurtado y guiados por Dios, llevamos adelante esta obra con la convicción de que, juntos, podemos hacer una diferencia en la vida de nuestros hermanos más vulnerables. Quiero destacar el apoyo incondicional de nuestro párroco, el Padre Manuel Troncoso, en toda esta labor”.
San Antonio: La panadería solidaria En la parroquia de San Antonio, la solidaridad se manifestó de manera palpable con la existencia de una panadería popular. Esta panadería, gestionada por voluntarios y miembros de la comunidad, no solo provee pan fresco a precios accesibles, sino que también dona una parte significativa de su producción a familias vulnerables y a comedores parroquiales.
Este esfuerzo ha sido fundamental para garantizar que nadie en la comunidad se quede sin un alimento básico en su mesa. La historia de esta panadería es un reflejo de la resiliencia y del espíritu solidario que caracteriza a la comunidad de San Antonio. Concebida en 2004 bajo la visión del sacerdote Pbro. Juan Benedetto Miquel, la panadería fue equipada con toda la maquinaria necesaria para su funcionamiento. Sin embargo, en 2012, debido a la falta de insumos y cooperación, se vio obligada a cerrar sus puertas.
La reactivación de la panadería se produjo en abril de 2020, en plena pandemia de COVID-19. Con el respaldo de la Junta de Vecinos, la Ilustre Municipalidad de San Antonio y la comunidad religiosa de la Congregación Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, se volvió a encender el horno para proveer pan a las familias más golpeadas por la crisis. Según la Hermana Verónica Yumani Bazán, quien ha sido un pilar en la reactivación de esta obra, los primeros pasos fueron posibles gracias al apoyo de la municipalidad, que proporcionó los materiales necesarios y cubrió los honorarios del panadero y su ayudante.
Cáritas Melipilla, por gestión personal del Obispo don Cristián Contreras Villarroel, también fortaleció el trabajo, aportando recursos que permitieron ayudar a más familias en medio de la pandemia. Cuando el apoyo municipal terminó, otras instituciones, como parroquias de Santiago, el Club de Leones y benefactores anónimos, tomaron la posta, asegurando la continuidad de la obra.
Un grupo de señoras voluntarias del laicado de fraternidad espiritual “Laicos Ravasco”, junto al párroco Pbro. Vicente Veliz Rifo, han sido fundamentales para mantener viva esta iniciativa. “Damos gracias a Dios que todavía seguimos trabajando con mucho empeño en esta obra solidaria”, señala la Hermana Verónica, invitando a las familias más necesitadas a acercarse a la panadería, que sigue atendiendo de lunes a viernes desde las 15:00.
Comedor de la esperanza
Dentro de este contexto, el “Comedor de la Esperanza Madre Teresa de Calcuta” de la parroquia Nuestra Señora del Carmen de Curacaví, desempeñó un papel esencial. Inspirados por las palabras de Jesús en el Evangelio: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.” (Mt 25, 40), “iniciamos nuestro servicio en el año 2018, agradecidos por la gracia de Dios que ha permitido que esta obra crezca y se fortalezca en el corazón de nuestra comuna”, explicó la voluntaria Mónica Álvarez.
“Durante los años de pandemia, nuestro comedor fue una luz y un canalizador de solidaridad, ayudando a nuestros hermanos más afectados. El Consejo de Administración Parroquial (CAP) lideró la campaña “Cajas de Amor”, que, junto con el apoyo de diversas empresas, colegios, y la Ilustre Municipalidad, permitió responder al llamado del Papa Francisco de ser una iglesia en
salida”, agregó.
“Este esfuerzo fue reconocido por la municipalidad, lo que simbolizó el reconocimiento a toda la comunidad que aportó con recursos y voluntariado. En la actualidad, el comedor entrega 198 colaciones semanales, atendiendo a cerca de 70 personas, incluidas familias con niños y adultos mayores sin redes de apoyo. Este servicio es posible gracias a los 60 colaboradores que, con amor y dedicación, cocinan, preparan y distribuyen los alimentos, asegurándose de que lleguen en las mejores condiciones a quienes los reciben, ofreciendo no sólo sustento, sino también compañía y afecto”, recalcó.
“Cada misa es una oportunidad para recolectar alimentos no perecibles, y contamos con una red de colaboradores que, con generosidad, llevan alimentos a la parroquia. Este comedor se sostiene día a día como una verdadera Obra de Dios, manifestando el amor fraterno de una comunidad que vive su fe a través de acciones concretas”.
“Agradecemos profundamente a nuestro párroco, el Padre Alex, quien nos anima constantemente y es un testimonio de servicio y fraternidad en nuestra comunidad. Pedimos a Dios que lo acompañe y a María Santísima que lo asista en su ministerio. Como dijo Santa Teresa de Calcuta: “Cada obra de amor, llevada a cabo con todo el corazón, siempre logrará acercar a la gente a Dios.” Con estas palabras, agradecemos la oportunidad de ser una luz para Curacaví y para nuestra diócesis, en comunión con nuestro pastor y en celebración de los 200 años de vida de nuestra parroquia”, finalizó.
Un mes completo dedicado a los que más lo necesitan
Durante el mes de la solidaridad, celebrado en agosto, se llevaron a cabo diversas iniciativas para apoyar a los más necesitados. Entre estas acciones, se destacó la distribución de ayudas, ya sea a través de entregas domiciliarias o de forma directa en la parroquia.
Los beneficiarios de estas ayudas incluyeron principalmente a personas mayores y a quienes se encontraban en situación de calle, entre otros grupos vulnerables. Este servicio fue posible gracias al trabajo colaborativo en la labor social que realiza cada miembro de la comunidad, un esfuerzo que resultó sumamente significativo para nuestros hermanos en dificultad.
Asimismo, en este mes tan especial, se puso en valor el rol del voluntariado en la acción social. Los voluntarios, movidos por el amor hacia sus semejantes, se comprometieron de manera ejemplar con aquellos que viven en condiciones de exclusión o precariedad. Su labor, inspirada por la fuerza del Evangelio, contribuyó a transformar realidades y a dar esperanza a quienes más lo necesitan.
Como signo de agradecimiento y reconocimiento, se llevaron a cabo Eucaristías en cada Decanato, donde se honró el servicio de estos voluntarios, visibilizando su compromiso y destacando la importancia de su dedicación en la vida de la comunidad.