Agradecidos por el año que termina, esperanzados en el que viene
Queridos hermanos y hermanas en Cristo:
Al llegar al final de un nuevo año, nuestro corazón se llena de sentimientos encontrados. Por un lado, no podemos desconocer los sufrimientos y dolores que marcaron la vida de muchas familias, así como los desafíos que, como comunidad, debimos enfrentar. Las enfermedades, las pérdidas de seres queridos y las dificultades económicas y sociales formaron parte de nuestra realidad. Sin embargo, en medio de todo ello, la fe nos recordó que no estábamos solos: el Señor caminó a nuestro lado y nos invitó a seguir sembrando esperanza.
Este año contemplamos, una vez más, el rostro vivo de la Iglesia que sale al encuentro. En nuestras comunidades, en los hogares de adultos mayores, en las parroquias y capillas que celebraron con alegría las fiestas de la fe, y en los jóvenes que se prepararon para el Jubileo 2025, vimos cómo el Evangelio se hizo vida y cómo el Espíritu Santo renovó nuestra misión.
Como Obispo, deseo expresar mi profunda gratitud por cada gesto de oración, cercanía y afecto recibido en estos meses en que mi salud ha estado más frágil. Han sido para mí un verdadero consuelo y una muestra palpable de que la comunión no es una
idea abstracta, sino una realidad que sostiene y fortalece. Gracias por llevarme en sus plegarias, por cada palabra de ánimo y por la paciencia con que han acompañado mis tiempos de mayor debilidad.
La vida de la Iglesia en Melipilla es testimonio de que, aun en medio de las pruebas, la fe florece. Hoy, más que nunca, necesitamos mirarnos como hermanos, cuidar la vida en todas sus etapas, abrir espacios de solidaridad y cultivar la esperanza que nace de Cristo. El próximo año se presenta como una nueva oportunidad para caminar juntos hacia el Jubileo, un tiempo de gracia y conversión para toda la Iglesia.
Que María, Madre de la Esperanza, nos siga acompañando. Que el Niño que nacerá en Belén nos renueve en la certeza de que la última palabra no la tienen el dolor ni la desesperanza, sino la vida abundante que el Señor nos promete.
Con gratitud y bendición,
Mons. Cristián Contreras Villarroel
Obispo de San José de Melipilla
