OBISPADO DE MELIPILLA
3er DOMINGO DE ADVIENTO 11 de diciembre de 2022
Isaías 35,1-6-8.10; Salmo 145; Santiago 5, 7-10; Mateo 11, 2-11
Ministerio de Lector Seminarista Miguel Aguilera Bello
+ Cristián Contreras Villarroel
EL MINISTERIO DEL LECTORADO
- La Iglesia que peregrina en Melipilla se viste de fiesta para celebrar esta Eucaristía y en ella instituir como ministro lector a nuestro seminarista Miguel Aguilera Bello. Su ministerio será leer la Palabra de Dios en la asamblea litúrgica, excepto el Evangelio que es propio del ministerio diaconal y presbiteral. Al lector se le encomienda el “oficio particular de instruir a los niños y a los adultos en la fe y para una digna recepción de los sacramentos”.
- Asistimos a una acción eclesial y sobrenatural en que tu das un nuevo paso hacia el sacerdocio ministerial. Por eso nos alegramos de todo corazón por este testimonio que das y por el don de Dios a su Iglesia. Quiero agradecer a sus padres, hermanos, familiares, amigos, sacerdotes y comunidades eclesiales que lo han acompañado en tus años de vida, de formación sacerdotal y en este último año con el P. Manuel Quiroz, párroco de esta parroquia Santa Rosa de Chocalán y al P. Marcos Pardo, vicario parroquial. Mis gratitudes al Seminario Pontificio de Santiago, a su actual rector, P. Fernando Valdivieso, quien nos acompaña junto a los formadores los hermanos sacerdotes Francisco Ibáñez y Rodrigo Cordero y a los seminaristas aquí presentes Muchas gracias por su presencia y por los testimonios positivos que ha significado que este día instituyamos a Miguel como Lector.
- Un ejemplo hermoso del ministerio del servicio a la Palabra de Dios, es la exhortación de San Pablo a Timoteo: a poner en práctica la Palabra de Dios, a predicarla a tiempo y destiempo, es decir, a poner a Dios como centro de la existencia. Es un regalo de salvación que Timoteo debe anunciar a sus contemporáneos. Pero esto será posible solamente porque antes tuvo testigos fieles de los cuales aprendió y aceptó esa Palabra y porque desde la niñez conoció la Palabra. Para predicar la Palabra no es posible la improvisación. Por eso, a ti querido Miguel, no solamente se te encomienda proclamar la palabra, sino también orarla, estudiarla y enseñarla a los niños, jóvenes y adultos en la fe. Hermoso ministerio.
- El mismo apóstol Pablo nos pone en guardia de ese interés malsano de querer oír cualquier cosa: “vendrá el tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de multitud de maestros que les dirán palabras halagadoras, apartarán los oídos de la verdad y los desviarán hacia las fábulas”, es decir, nos pone en guardia de la tentación de la curiosidad, de la búsqueda de cosas vanas que no nutren el espíritu. Esos tiempos existen también hoy. Basta hacer un pequeño discernimiento de cuanta cosa superficial nutren hoy a la sociedad los medios de comunicación: la farándula, las imágenes de una realidad que no existe y que es fábula; la propaganda que desvirtúa la auténtica felicidad. Nos quieren convencer que ese es el modo pleno de vivir la existencia humana. Y San Pablo nos dice que eso no es cierto. Por eso, un ministro Lector, sí como los diáconos, sacerdotes y obispos debemos “predicar la palabra, insistir a tiempo y destiempo, corregir, reprender y exhortar”; pero deberán hacerlo “con mucha paciencia y conforme a la enseñanza” recibida. Es decir, no de acuerdo a sus propias opiniones, sino en conformidad a la palabra de Dios leída eclesialmente y reflexionada en la oración y el estudio.
ADVIENTO
- Estamos en la mitad del Adviento. El tiempo litúrgico se repite año a año, pero como una espiral, es decir, no volvemos sobre lo mismo, sino que avanzamos hacia el fin de los tiempos y hacia la vida eterna. Adviento nos prepara para la Navidad y ésta culmina con la Epifanía, es decir, la manifestación del Niño Dios a todas las naciones.
- El Adviento tiene tres dimensiones: (i) el ayer, que nos hace recordar el nacimiento del Hijo de Dios en la debilidad de nuestra humanidad; (ii) nos orienta hacia un futuro de plenitud de nuestra historia; (iii) y viene a nuestro encuentro hoy, preparándonos para que “podamos recibir los bienes prometidos que ahora aguardamos en vigilante espera”.
- Por eso, como pueblo de Dios damos gloria a Dios Uno y Trino: “Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo”. Y hay dos respuestas que son expresiones de nuestra fe: “Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos”; y la otra bella expresión es: “Al Dios que es, que era y que vendrá por los siglos de los siglos”.
Todas estas confesiones de fe, nos hacen recordar la Vigilia Pascual:
Cristo ayer y hoy.
Principio y fin.
Alfa y Omega.
A Él pertenecen el tiempo
y la eternidad.
A Él la gloria y el poder
por los siglos de los siglos. Amén.
EN UN MUNDO QUE EXCLUYE A DIOS Y A LOS DÉBILES
- Debemos vivir el Adviento en una sociedad de muchos contrastes, de tantas injusticias y también de tanta hermosura. Debemos testimoniar que Dios es importante para nuestra vida en este “hoy” en que asistimos a arremetidas ideológicas que quieren exonerar a Dios de la vida social; que nos dicen que la religión es un asunto privado, de la conciencia individual; y nosotros decimos que ¡no!, porque Dios es el Señor de la historia. Hemos visto a lo largo de la historia, en milenios de la historia humana, tantas civilizaciones, tantas anti culturas, tantos regímenes que creían tener el señorío de la historia y, sin embargo, la misma historia los desmintió y los situó en el lugar que les correspondía.
- Tantos totalitarismos, tantas dictaduras, tanto tirano como el de la matanza de los Santos Inocentes, tantos que han dicho: “ahora cambiamos la historia… aquí empieza algo nuevo”. Para los creyentes, es Dios quien guía la historia. Dios escribe derecho no obstante los trazados de nuestros planos sean torcidos. Los cristianos decimos y queremos hacer presente a Dios, porque si lo exoneramos de nuestra historia patria, veremos que lo que algunos quieren imponer es algo que va a revertir contra la propia persona humana y sobre todo contra los más pobres, contra los más indefensos, contra el niño que está en el vientre de su madre, contra el enfermo terminal, contra la persona tiene dificultades motrices. Hemos asistido a lo largo de la historia a tantos intentos de exterminio de los más débiles, nosotros debemos decir ¡no! a esa intervención idolátrica de aquellos que pretenden enseñorearse de esta historia. Y queremos decir Dios presente, Dios en nuestra cultura, Dios en la educación, Dios en la vida política, Dios en la familia, Dios en las relaciones afectivas, porque el ser humano tiene grandes potencialidades y porque somos creados a imagen y semejanza de Dios.
- Renovemos este nuevo Adviento con un compromiso para decir y para apostar de que Dios es importante en nuestra vida y queremos ser discípulos de este Dios que ha entrado en esta historia y que la ha transformado; y queremos decir que no tememos ninguna arremetida ideológica que pretenda cambiar la historia excluyendo a Dios, ¡no! Queremos ser como la Virgen María y vamos a cantar un nuevo Magníficat; vamos a decir “Mi alma se alegra por Dios mi salvador, porque el poderoso ha hecho en mí obras grandes”. Esas obras grandes que Dios quiere hacer con cada uno de nosotros. Dios que es Padre, que es el Señor de la historia y que la cambia. Dios que nos llama a vivir a una vida eterna, pero adelantando ese Reino. Por eso pedimos a Dios la fuerza del Espíritu Santo para que podamos caminar por los senderos del Evangelio.
VIGILANTES
- Este Domingo es llamado de la alegría. La antífona de entrada dice: “Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense, pues el Señor está cerca”, y el profeta Isaías dice: “¡Regocíjense el desierto y la tierra reseca, alégrese y florezca la estepa!”. Y el apóstol Santiago nos exhorta a que habiendo recibido el anuncio de la alegría que nos ofrece Dios, nos llama a la paciencia, hasta que llegue el Señor.
- Juan Bautista, junto al profeta Isaías y a la Virgen María, con los personajes principales del Adviento, siempre en referencia al Salvador prometido desde antiguo. Juan Bautista está en la cárcel y escuchó hablar de las obras de Jesús. Envía a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”. Pregunta dramática, porque el mismo Juan había presentado a Jesús como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
- Esta pregunta no es solo del pasado; es siempre actual. Juan Bautista expresa una cierta desilusión. Está encarcelado. No ve que lo anunciado sea realidad. ¿No nos pasa también a nosotros al ver tantas contrariedades, injusticias, crimen organizado, narcotráfico, mujeres violentadas, abandonadas y que deben sacar adelante, ellas solas, a sus hijos?
- La respuesta de Jesús es elocuente. No hace un discurso. Les dice a los enviados de Juan: “Vayan y díganle a Juan lo que ustedes escuchan y ven: los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y el Evangelio es anunciado a los pobres”. Y agrega una sentencia que es una bienaventuranza: “¡Y feliz aquél que no escandaliza de mí!”.
- Los discípulos de Juan Bautista encarcelado y pronto será decapitado por el tirano Herodes, fueron donde el Bautista. No sabemos la reacción de Juan Bautista; pero sí sabemos el elogio de Jesús: “¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Un hombre vestido con refinamiento? Los que visten de esa manera viven en los palacios de los reyes. ¿Qué fueron a ver entonces? ¿Un profeta? Les aseguro que sí, y más que un profeta. Él es aquel de quien está escrito: Yo envío a mi mensajero delante de ti, para prepararte el camino. Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que Juan el Bautista; y sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es más grande que él”.
- Juan Bautista completa el tiempo de la promesa; Jesús inaugura el tiempo del cumplimiento. Entre ambas épocas es indispensable la paciencia de la espera. Pero esta espera es distinta: Israel espera un Mesías, un Cristo que no conoce; en cambio los cristianos esperamos a un Señor que conocemos y lo vemos manifestarse en cada momento y personas que encontramos.
Seamos personas de la esperanza, como cantamos a Santa María de la Esperanza.
¡Ven Señor Jesús!