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En el inicio de un nuevo año para el mundo y la Iglesia los saludo con renovado afecto, llevando en el corazón el reciente fallecimiento del recordado papa emérito Benedicto XVI. Deben animarnos en nuestra misión apostólica sus últimas palabras antes del encuentro con Dios, uno y trino: “Señor, te amo”. En tan solo esa frase, tan simple pero tan sentida desde el fondo de su corazón, Benedicto XVI resumió, al finalizar su peregrinación por esta tierra, su legado como hombre de Dios cuyo centro siempre fue Jesucristo.

Al momento de partir, todos quisiéramos que nuestras últimas palabras y gestos fueran dedicados a quienes más amamos. Para Benedicto, esa persona, las más importante, fue nuestro Señor Jesucristo.

Que ese ejemplo nos anime hoy y siempre a ser verdaderos discípulos y misioneros de Jesucristo “para que nuestros pueblos en Él tengan vida”. ¡Y la tengan en abundancia! Estamos llamados a ser felices dando y dándonos por amor desde una fe profunda, vivida y cultivada.

En estos momentos reflexionamos con la Vicaría de Pastoral, cómo hacer operativas nuestras Orientaciones Pastorales 2023-2026. Ellas deben animarnos desde esa mirada agradecida del discípulo misionero. Recordemos el lema de nuestras Orientaciones: “Impulsados por el Espíritu Santo, somos signos de esperanza”.

Mi anhelo esperanzado es que cada unidad pastoral pueda generar sus acentuaciones pastorales de modo que, como Iglesia diocesana, podamos caminar en unidad, animada por el espíritu sinodal, cultivando nuestra vocación profética y siendo portadora de esperanza para nuestros vecinos.

Ese documento no es fruto de un trabajo de escritorio de un par de personas, sino del trabajo de las comunidades eclesiales, del pueblo de Dios que peregrina en nuestra diócesis. Es fruto del ejercicio de ponernos a la escucha de lo que el Espíritu dice a su Iglesia (cfr. Apocalipsis 3, 1ss).

La experiencia sinodal que, como Iglesia que peregrina en Chile, hemos vivido estos últimos años nos ha enseñado que la acción eclesial es responsabilidad compartida de todos los bautizados. Dar testimonio de la alegría del Evangelio no es cosa de unos pocos, sino un don que se multiplica entre todos los que se han unido a Jesucristo por el bautismo.

A la Virgen María y San José, nuestro patrono, encomiendo estos propósitos, para que en el Señor Jesucristo, nuestros pueblos en Él tengan vida y que juntos podamos decir también hoy y hasta el final de nuestras vidas: “Señor, te amamos”.

+ Cristián Contreras Villarroel

Obispo de Melipilla

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